Accionismo Poético

Cartas a la Señora Cristina

A Cristina
Florencio Cappo

Hay cosas que no sé como decirte, Cristina, pues solo sé decirlas desde lo elusivo, lo oblicuo, lo siniestro. Desde que te conocí tengo ansias de aparecer, de estar presente de algún modo. Tengo el obsesivo presentimiento de que así es ser real: en carne viva, a flor de piel, a todo dar. Cristina, estoy enamorado de tus pájaros, de la tierra profunda que te signa, de esa región inesperada en la que me haces habitar, de esta cosa compacta y rotunda que compartimos con aterradora semejanza y que es cada vez más múltiple pero tiene una gran cabeza de chorlito pero parece un pulpo, se estremece. Nuestra libertad consiste en saber que nada nos pertenece, ni siquiera esta piel, ni una pizca. Esa es tu quemante enseñanza: poder observar, como quién ve por un caleidoscopio de pacotilla, el goteo oscuro y silencioso de las cosas, poder sentir la nítida espesura del espacio y del tiempo, este aquí y ahora aterradoramente inenarrable. Cuando me siento poseído por una alegre y milagrosa sensación de estar vivísimo, sé que es por ti, Cristina, es por ti. Me asomo por el ojo de tu cerradura y te canto, danzo con mi esqueleto alrededor de esta hoguera invisible que se alza hacia lo alto, sin fin. ¡Salud, Cristina! ¡Salud!